Skip to main content
[uncode_author_profile user_id=»40″ avatar_position=»top» avatar_border=»yes» avatar_back_color=»accent» heading_semantic=»h4″ text_size=»» author_bio=»»][uncode_author_profile user_id=»54″ avatar_position=»top» avatar_border=»yes» avatar_back_color=»accent» heading_semantic=»h4″ text_size=»» author_bio=»»]
[uncode_share layout=»multiple» bigger=»yes» separator=»yes» title=»Compartir Nota»]

En contextos de crisis es fundamental volver a pensar en cómo la humanidad se encuentra entrelazada con las realidades ambientales, y las posibles afectaciones a la población que estas implican. La cuestión es cómo nos pensamos en esa interacción y las consecuencias que nuestros modos de vida y de diseño productivo impactan a nivel global y de modo crítico en todo el mundo.

Existe abundante evidencia científica de que las poblaciones con alto grado de variabilidad genética tienen mayor capacidad de supervivencia que aquellas genéticamente más homogéneas. Por ello, poblaciones con mayor variabilidad pueden hacer frente con más éxito a situaciones imprevistas.

Sumada a la variabilidad genética, la biodiversidad de los ecosistemas también es un factor clave. Con la reducción de la biodiversidad, los ecosistemas se homogeneizan y pierden su capacidad de resiliencia ante cualquier evento o perturbación que tenga lugar. Así, los ecosistemas con alta biodiversidad y que albergan poblaciones genéticamente heterogéneas, tienen mayor posibilidad de subsistencia que aquellos homogéneos y con menor número de especies.

Sin embargo, el sistema agropecuario industrial en el que hoy estamos inmersos se disocia de este conocimiento, y se apoya en la explotación de poblaciones genéticamente similares, y muchas veces idénticas, de la mano de los monocultivos y de la cría intensiva de animales. No obstante, las consecuencias de este sistema de producción no se agotan en la homogeneización de los sistemas, sino que se produce una intrincada trama de derivaciones sociales, económicas, ambientales y sanitarias.

Entre esas derivaciones encontramos la expulsión de los pobladores rurales que se ven obligados a migrar a los centros urbanos, atento el avance de la frontera agrícola y la monopolización de la propiedad de la tierra en manos de grandes capitales,. Este fenómeno no es local, sino global. Sumado a esto, el crecimiento desmedido de las ciudades presiona sobre la frontera de los ecosistemas colindantes. Esa interfaz sirve como puente entre la vida salvaje y los espacios urbanos.

Los ambientes naturales vírgenes, sin intervención de personas, albergan gran cantidad de agentes patógenos que se encuentran normalmente confinados en esos ambientes, pero frente a las modificaciones en su hábitat, son capaces de dar un salto y encontrar nuevos huéspedes que les proporcionan condiciones adecuadas para su expansión. Se generan así “nuevas” enfermedades con capacidad de producir epidemias que, en un mundo hiper globalizado como el nuestro, se pueden transformar rápidamente en serias pandemias. Existe la posibilidad, además, de que la perturbación del hábitat produzca también la expansión de enfermedades ya conocidas, como el dengue, la malaria o el ébola.

La actual pandemia de COVID-19 desnuda la fragilidad del sistema en el que estamos inmersos, denota falta de una capacidad de respuesta frente a situaciones extremas, además de tratarse de un sistema que no puede sostenerse en el tiempo. En estos días en que los gobiernos imponen restricciones a los viajes y al comercio, e imponen el bloqueo de ciudades enteras para evitar la propagación de la enfermedad, el riesgo al desabastecimiento se vuelve evidente, y la crisis alimentaria como consecuencia de las medidas adoptadas para contener el coronavirus es casi una realidad. El caso de los alimentos es particularmente alarmante en la circunstancia que atravesamos, sobre todo porque la mayoría de los países dependen de las importaciones de alimentos. Además, las grandes urbes requieren el traslado de grandes cantidades diarias de alimentos, que deben viajar cientos de kilómetros.

En esta “pausa” que nos propone la situación sanitaria del COVID-19, podemos plantearnos si realmente queremos vivirla como tal, como una pausa estática en una continuidad, o más bien como un intervalo dinámico entre dos momentos diferentes, como un puente que nos lleva a plantearnos un sistema más sustentable, más saludable, más ético.

Quienes preferimos vivirlo como un quiebre que nos lleva a pensar en una realidad alternativa, sabemos que existe una necesidad urgente de repensar nuevos sistemas alimentarios que sean locales, para garantizar la producción suficiente de alimentos saludables y asequibles. El modelo agrícola actual resulta evidentemente inadecuado para dar respuestas a los problemas que enfrentamos, el hambre, la pobreza y el medio ambiente. La agroecología debe ser considerada como una alternativa posible, tiene el potencial de producir localmente gran parte de los alimentos necesarios para las comunidades tanto rurales como urbanas.

La producción agroecológica es una forma de producción de alimentos y servicios que respeta los principios básicos de biodiversidad y variabilidad genética, que permite el desarrollo de ecosistemas resilientes, estables y adaptables, integrando también el enfoque económico y social. Se trata de una agricultura productiva, menos dependiente del petróleo y más resiliente frente a los extremos climáticos.

Por supuesto, la agroecología provee las bases científicas para dirigir la producción en un agroecosistema capaz de mantener su propio funcionamiento, pero para poner en marcha esta forma de producción, se requieren grandes cambios institucionales y políticos. Se torna necesario un nuevo conjunto de normas de juego que incentiven este tipo de producción.

Una enseñanza de esta emergencia sanitaria es que es posible intervenir de manera drástica la economía para enfrentar las amenazas que ponen en riesgo a toda la comunidad. Cambiar las reglas. Tomar decisiones que eran impensadas. En estas circunstancias tan trascendentales, cada uno tiene un rol que cumplir, en la medida en que hoy más que nunca cabe la gran responsabilidad a quienes nos gobiernan de promover sistemas alimentarios locales, basados en la agroecología.

[vc_separator sep_color=»accent» type=»dashed» el_width=»100%»]
[vc_button button_color=»accent» display=»inline» width=»250″ link=»url:http%3A%2F%2Fwww.fundeps.org%2Ftag%2Fambiente%2F||target:%20_blank|»]Ver más[/vc_button]

Leave a Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Close Menu

Wow look at this!

This is an optional, highly
customizable off canvas area.

About Salient

The Castle
Unit 345
2500 Castle Dr
Manhattan, NY

T: +216 (0)40 3629 4753
E: hello@themenectar.com