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“El feminismo me salvó la vida”, dijo una de las pibas del grupo con el que estábamos cenando el viernes previo al Encuentro Nacional de Mujeres. Ella no militaba el feminismo, no se sentía cómoda con algunas cosas del movimiento, pero aún así reconocía las herramientas que le había dado para sobrellevar situaciones de su vida.

En seguida nos remitió a otras conversaciones, incluso en previos Encuentros, en las que ya habíamos concluido exactamente lo mismo: el feminismo nos salvó la vida. La crónica de un viaje encuentrero, no sólo implica debatir en las instancias de taller, sino que abre un paraguas para charlar de todas las cosas que la cotidianeidad nos deja en el fondo del tintero. Nos interpela el feminismo desde que nos subimos al bondi y nos reconocemos atravesadas por las mismas desigualdades e injusticias. Y allá vamos a discutirlas y a luchar contra ellas.

Durante tres días del mes de octubre del corriente año La Plata se convirtió en una ciudad tomada, no sólo físicamente, sino también simbólicamente contra todo aquel mandato patriarcal, disciplinar, colonial, racista y clasista. Fue tomada en nombre de la lucha por la inclusión, la política feminista,el trabajo, el goce, el cuidado de la tierra, la diversidad corporal y cultural, entre otros.

 


El 34 Encuentro de La Plata fue el más masivo de la historia de los encuentros. El número más conservador dice que hubo 200 mil personas en la icónica marcha de cierre, mientras que hay fuentes que dicen que fuimos 600 mil. La marcha contó con 70 cuadras de largo, además de los infaltables pañuelos verdes, glitter, las canciones y las banderas. 

Más de 100 talleres desbordados de personas, desdoblados en muchísimas comisiones. Y aún con tantos talleres, para seguir incluyendo temas en la agenda se hicieron conversatorios, que tampoco daban abasto. La cantidad de talleres da cuenta de la variedad en ellos, desde cuestiones personales ligadas a las sexualidades y a las relaciones afectivas, hasta discusiones de políticas económicas, de salud, de planificación urbana. 

Y además de ser el más masivo, fue el más tenso. El contexto económico y social, y la cercanía con las elecciones, condicionaron en gran parte las discusiones que allí ocurrieron. Se notaba el cansancio de les cuerpes que vienen resistiendo el ajuste y parando la olla desde hace un rato, mientras se respiraba esperanza sobre un mejor porvenir, aunque nos cueste muchos años y esfuerzos lograrlo. 

Sin embargo, la mayor tensión estuvo dada por cuestiones internas al movimiento. La urgencia del reclamo de las mujeres indígenas, campesinas, afro, lesbianas, bisexuales, disidencias, travestis, trans y no binaries de ser nombradas, porque lo que no se nombra no existe. Hasta el título de encuentro de mujeres fue puesto en debate de manera constante y con razón: la definición de mujer puede resultar muy excluyente, principalmente para las identidades disidentes. De ahí que en paralelo ocurrió el Encontrolazo, para pensar expansiva e interseccionalmente y abarcar todas aquellas diversidades -maricas, andróginos o masculinizados- que no se representan con ninguna etiqueta.

 


Es profundamente revolucionario que personas de tantos contextos y orígenes tan distintos se puedan encontrar para debatir, construir, y repensarse como personas individuales y como sujetas políticas. También para repensar al movimiento feminista como colectivo amplio y de qué forma se está abarcando a la diversidad que pretende representar.

Ni el frío ni la lluvia de los días anteriores fueron suficientes para parar la marea verde de gente que copó las calles de la capital bonaerense. Y tal vez estemos ya en la cresta de la ola movilizada, que grita más fuerte que nunca por el aborto legal seguro y gratuito. Además de pedir por el fin de la violencia machista y los femicidios, el deseo de autonomía sobre nuestros cuerpos fue uno de los principales reclamos.

Si bien aún queda mucho por debatir y poner en discusión, los 34 años de encuentros anuales han construido un sujeto político único en Argentina, han plantado la semilla para hacer germinar una agenda contrahegemonica y libre de violencias. La próxima convocatoria será en un año en San Luis y, además de la esperanza de que para ese entonces el aborto sea ley, quienes escriben esperan también que la diversidad del encuentro se refleje hasta en su nombre.

Fuentes

  • Imágenes: gentileza de Ana María Narváez
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