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El hilo conductor que guió las charlas y debates del Foro Nacional de Políticas de Género dejó en claro cuál es uno de los núcleos principales de la desigualdad de género: los cuidados feminizados a hijes y ancianes. No fue casual que el primer panel se tratará justamente de las Políticas de Cuidado que el Estado y las empresas les deben a las mujeres para que puedan desarrollarse profesionalmente, continuar sus estudios, ascender en el trabajo y aspirar a una igualdad real con los hombres. Ese fue el punto de partida para una serie de debates muy enriquecedores entre profesionales de la comunicación de diversas esferas y áreas geográficas del país. 

El estereotipo de “madre” rodea a la mujer desde que nace. La sola posibilidad de gestar ya pone a la mujer un escalón más abajo. Conseguir trabajo en edad fértil, esa en la que todos suponen que lo único que pasa por nuestra cabeza es tener hijos, es complicado; hay que atravesar preguntas invasivas que a los varones no les hacen y “convencer” de que estamos interesadas realmente en nuestra profesión. Es que las mujeres naturalizamos desde chicas la idea de que “para desarrollarse profesionalmente hay que retrasar la maternidad” o “maternidad y desarrollo profesional son incompatibles”, ideas que refuerzan el concepto de maternidad abnegada; los roles estereotipados de cuidado, en donde la mayor carga recae sobre la mujer; y sobre todo tapan una realidad en donde faltan políticas públicas que permitan a la mujer ejercer su profesión libremente; facilidades dentro del ámbito laboral para poder combinar ambas cosas y, además, un cambio social que promueva una crianza compartida.

Con ese escenario tenemos un menor porcentaje de participación femenina en empresas periodísticas y en agencias de publicidad, cuando en realidad en las universidades son un mayor porcentaje entre los egresados. ¿Qué pasa en el medio? Entre mandatos sociales y pocas oportunidades de crecimiento, las mujeres terminan resignando su trabajo productivo fuera de casa para pasar al trabajo reproductivo, dentro del hogar. Un trabajo, además, totalmente invisibilizado y sin retribución económica.

La planta laboral femenina termina trabajando menos horas, incluso sin la posibilidad de realizar horas extras, porque la mayoría tiene que salir corriendo a atender a sus hijes o a personas mayores. Eso se toma como una falta de compromiso a la hora de tenernos en cuenta para nuevos desafíos profesionales por parte de las empresas. En los sindicatos sucede lo mismo, las afiliadas mujeres son minoría y no poseen cargos de toma de decisiones. Las largas jornadas de debate con colegas y compañeros son espacios casi imposibles para las mujeres, un poco por prejuicio y otro poco por los extensos horarios. Es un problema que pareciera no tener principio ni fin, ¿Cómo tener tiempo para pedir por mejores políticas de cuidado si debemos, justamente, estar cuidando a nuestros hijes?

Combinar vida profesional y maternal es, la mayoría de las veces, un caos: la falta de lactarios, de compensación económica para el cuidado de los chicos o de la flexibilización de horarios y la poca empatía hace que muchas mujeres abandonen. En lo personal, la maternidad me hizo cuestionar absolutamente todo. Sentí lo injusta que se vuelve la vida desde esta vereda y no pude evitar ponerme en los zapatos de otras mujeres, con muchas menos oportunidades que las mías. Hacer malabares durante todo el día, correr de un lado a otro, prever compras, comidas, cuidados, citas en el médico, reservar espacio para los juegos y actividades recreativas. Una carga mental que combinada con las responsabilidades en el trabajo, la precarización laboral, la brecha salarial, la división sexual de tareas, los estereotipos que tenemos que sortear y los mandatos sociales que pesan sobre nuestras espaldas terminan ubicándonos en un lugar desfavorable y que afecta principalmente a las mujeres más vulnerables. 

¿Cómo hacen quienes no cuentan con los recursos para mandar a sus hijes a una guardería?, ¿Qué pasa con esas mujeres que abandonan el campo laboral y pasan a depender de sus parejas? ¿Qué sucede con aquellas madres que crían solas? Un aislamiento social que está muy alejado del “ella eligió” que se repite por ahí. ¿De qué elección hablamos si hay al medio tantas variables económicas y sociales que influyen? 

Es necesario pedir por políticas públicas que hagan más fácil esta etapa: principalmente licencias compartidas, para ambos progenitores. Solo así estaremos en igualdad de condiciones y ya no recaerá sobre nosotras el estereotipo de “madre cuidadora”.  Además, es fundamental que todas las mujeres cuenten con la posibilidad de acceder a servicios de guarderías maternales gratuitas desde los primeros días del bebé.

El mensaje es recreado y replicado sistemáticamente por las publicidades, que reflejan el estereotipo de mujer y los mandatos que afectan al género. Recién hace pocos años algunas marcas se han animado a tomar posición, al mostrar otro tipo de mujer y al incluir a disidencias. Abandonaron el estereotipo femenino de amante de la limpieza, la cocina o adicta a las compras, que torturaba a su marido para poder usar la tarjeta; para dejarle paso a un modelo de mujer más coincidente con la realidad, que busca crecer en todos los aspectos sociales, a la par del varón. 

El avance es constante, aunque todavía falta un largo camino. Para transitarlo es necesario hacerse lugar y mover estructuras que parecen querer aferrarse a otros tiempos. Tejer redes y trabajar unidas es fundamental y espacios como el Foro Nacional representan, entonces, un gran aporte para esto. 

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