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Muchas son las mujeres que día a día se ponen al hombro la tarea de hacer funcionar medios cooperativos, autogestivos, comunitarios, gestados desde abajo, a pulmón, con corazón y mucho remo. Pero no siempre las sabemos ahí, presentes.

En Córdoba son cada vez más los pequeños medios gráficos, digitales, radiales y audiovisuales que surgen para intentar romper con la lógica mediática hegemónica y mercantilista a la que estamos acostumbradas/os. Tienen su propia impronta e institucionalidad, llegaron para quedarse y vienen con la intención de mostrar realidades que quizás conocemos, pero en la vorágine diaria se nos pasan de largo. Un ejemplo de ello es La Nueva Mañana, cooperativa que surge post-vaciamiento del diario La Mañana de Córdoba, que cuenta con un plantel periodístico compuesto en un 50% de mujeres.

A esto contribuyó sin duda el auge de las redes sociales que hicieron que las noticias fueran vividas en la inmediatez y que cada sujeto no sólo sea receptor de información, sino que participe, genere y construya sentidos. La diversificación de canales comunicativos trajo con ella la multiplicación de voces, y ahí fue que muchas mujeres tomaron la posta, el micrófono, la pluma y la web. Como afirmaría Miguel Duarte: “hacer uso de la palabra es poder, no puede haber renunciamiento a ese espacio”.

Quizás durante mucho tiempo las mujeres fuimos expulsadas y, con esa inercia, en ocasiones nos auto-excluimos de esos espacios por creer que ese era el “deber ser”. Hoy nos volvemos a apoderar de lo que fue y es nuestro: la posibilidad de ejercer nuestros derechos, a tener y usar la voz.

El antes y el después del Ni Una Menos

Sin dudas esa marcha multitudinaria, aquel 3 de junio de 2015, a lo largo de todo el país, marcó un quiebre, entre otros ámbitos, en el funcionamiento interno y externo de los medios de comunicación.

Hasta este momento, la planta de los medios de comunicación evidencia que el número de mujeres en relación a hombres es mucho menor. Esta brecha aumenta notablemente en los medios comerciales hegemónicos, tanto pequeños como medianos, donde la mayor parte de las notas y columnas son firmadas por hombres.

La labor desarrollada por las mujeres periodistas y comunicadoras, se encuentra generalmente invisibilizada y limitada a áreas relacionadas con “lo femenino” o con “temas blandos”. Frente a las cámaras se le da gran importancia a su vestimenta y apariencia física, al opinar a través de un micrófono o escribiendo notas sólo tratan temáticas como maternidad, espectáculos, clima, “tips de belleza”, o simplemente son panelistas de opinión. Y en el caso de ocupar puestos en el área de dirección, producción o edición (donde hay mayor paridad de género), suele suceder que lo ostentan en conjunto con hombres, por lo que el acceso a la toma de decisión es limitado o nulo.

Sumado a todo esto, un tema no menor es el trato entre pares y los “chistes”. Es muy común escuchar acerca del supuesto “mal humor femenino” que tendría su origen en la menstruación o en la falta de satisfacción sexual -que necesariamente sería proporcionada por un hombre-. Soportar el constante acoso verbal con “invitaciones a salir” o preguntas acerca de la situación personal y/o sentimental; y el trato diferencial hacia mujeres lesbianas “como si fueran otro tipo”.

Si bien estas situaciones no se han revertido todavía, algunas manifiestan haber notado que a partir de aquellos reclamos públicos del Ni Una Menos los comentarios de sus compañeros son más medidos y en algunos casos les han pedido  disculpas por los mismos. Pero también pasa a la inversa, como relata la Lic. en Comunicación Social P. González, quien comenta que ahora se dan hostigamientos, recibiendo acotaciones del tipo “ya no se puede decir nada” o “ahora todo es violencia de género”. Realidades que se transforman pero aún siguen vigentes cuando se minimiza la lucha.

La situación en los medios comunitarios no varía demasiado de la que se da en los medios tradicionales, pero podría considerarse que es más sencillo despegar del “piso de goma” -dificultad para salir del puesto inicial- y romper con el “techo de cristal” -que impide a las mujeres el acceso a ocupar altos mandos-. También, con el recambio generacional y el ingreso al ámbito laboral de la comunicación de mujeres más jóvenes, algunas conductas han cambiado o disminuido. Una de las conquistas del movimiento feminista, es la inclusión de una perspectiva de género mucho más internalizada e incorporada a la vida cotidiana.

Sin embargo, en muchos casos siguen ocupando puestos multitarea, lo que implica desarrollar más de una labor a la vez, recibiendo a cambio un sólo salario por ello. La idea de personas multitasking llegó con el siglo XXI de la mano del capitalismo empresarial, es una de las cualidades más buscadas a la hora de contratar, y además encubre una nueva desigualdad de género; lo que no es nuevo, es que las mujeres somos quienes tenemos más dificultad a la hora de conseguir empleo, estamos mayormente subempleadas, la brecha salarial con los hombres impide que a igual trabajo recibamos igual remuneración (independientemente del ámbito laboral en que nos desenvolvemos), y muchas veces tenemos a cargo el trabajo doméstico -no remunerado- debido a la histórica división sexual del trabajo existente en nuestra sociedad, y  por lo tanto, estamos más expuestas a sufrir la precarización laboral que los hombres.

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El feminismo como generador de nuevos espacios

Con las grandes convocatorias bajo el lema “Ni una menos” de 2015, 2016 y 2017 y, posteriormente en 2018 con los pañuelazos y marchas a favor de la interrupción legal del embarazo, en el marco del debate de despenalización y legalización del aborto, el movimiento feminista creció. También fue ganando las calles y apropiándose de los espacios, formales e informales, más y menos permeables, contagiando a la sociedad de un discurso promotor de derechos humanos.

Definitivamente, este proceso profundizó la ola de transformaciones que ya venían sucediendo; y esto no pasó desapercibido, sobre todo para los pequeños medios, los emergentes y muchos de los medios sindicales, que vieron la necesidad de incorporar a su programación más voces de mujeres. Recién entonces se las convocó a hablar como “palabra autorizada” y se valoró y respetó su opinión.

Algunas de las manifestaciones de esta transformación son el incremento de la cantidad de conductoras encabezando programas (aunque en franjas horarias de menor audiencia, como la trasnoche; o en señales de cable/ radio digitales), y la participación en debates que tratan temas generalmente monopolizados por hombres, como política, economía y tecnología (si bien, en general, se les continúa otorgando un rol de meras opinadoras); además de discusiones sobre cuestiones de género, donde sí se considera que hablan con conocimiento o experticia.

En el devenir de los cambios y el avance de las sociedades, usualmente, lo macro se reproduce en lo micro, y las lógicas mayoritarias se imponen a las de la minoría. Pero quizás estemos hoy ante un proceso que se da a la inversa. El surgimiento de nuevas formas, estrategias y tácticas comunicacionales se renueva constantemente y proviene cada vez más de espacios y sujetos inesperados. Será por eso, por ejemplo, que hoy preferimos informarnos a través de plataformas digitales, que yo escribo esta nota y que ustedes la están leyendo.

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Fuentes

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