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En conmemoración del Día Internacional del Orgullo, el pasado viernes 27 de junio, la municipalidad izó en el mástil principal del Parque Sarmiento la bandera de la diversidad LGBTIQ+. Además instaló una placa conmemorativa en la que declaraba el apoyo y la visibilización hacia el colectivo, proclamando a Córdoba como una ciudad que aceptaba la diversidad.

Pero el sábado, un par de personas trataron de bajar la bandera en nombre de la patria y la familia. Para el domingo se duplicaron y debajo del mástil se atrincheró una multitud de personas que llevaban banderas argentinas. No solo volvieron a bajar la bandera arcoiris y rompieron la placa, sino que insultaron y agredieron con golpes y cadenazos, a quienes se acercaron en defensa de la bandera del orgullo.

Más que detenernos en hacer una crónica de los violentos episodios que se generaron y sostuvieron durante 2 días a raíz de estos hechos, queremos centrarnos en una discusión que se retoma en toda conquista derechos. De todas formas, al final de esta nota les compartimos materiales que se centran en lo ocurrido y realizan un mejor perfil de los grupos antiderechos que protagonizaron estos actos de violencia hacia la comunidad LGTBIQ+. 

Cuando se manifiestan estos grupos conservadores, se movilizan y organizan en oposición al fortalecimiento de una sociedad inclusiva, sembrando discursos discriminatorios, con actos de odio y violencia explícita. Frente a esto, ¿acaso no existe un compromiso político y ético de toda la ciudadanía para movilizarse y repudiar esas violencias? Pareciera ser que no, pues no ha sucedido. 

Aunque la lucha por la igualdad y la diversidad, tiene cada vez más apoyo y se está instalando en la sociedad con fiestas, series y productos llenos de banderas arcoiris,  ¿por qué es que cuando las papas queman, pareciera que no ser parte del colectivo significa estar eximido de angustiarse y movilizarse?, ¿por qué es que está “bien” adoptar una actitud pasiva frente a actos de extrema violencia en lugar de automáticamente salir a defender los derechos que están siendo vulnerados?

Si la visibilización de los derechos de este colectivo implica el fortalecimiento de toda la sociedad, haciéndola más justa e inclusiva ¿acaso no es responsabilidad de todes repudiar el odio que originó esto en primer lugar? Porque más allá de pertenecer o no al colectivo LGBTIQ+, todes nos beneficiamos de una sociedad más tolerante, respetuosa e inclusiva.

Hay que entender que en calidad de leyes, Argentina es un país vanguardista en la lucha por los derechos de este colectivo. La Ley de Matrimonio Igualitario (2010) y la Ley de Identidad de Género (2012), son leyes modelo para el mundo y de las primeras en salir cuando comparamos con otras legislaciones. No obstante, estos avances a duras penas se materializan en políticas públicas concretas y por ende, mucho menos se trasladan a un discurso social abierto y respetuoso. 

Las resistencia a la diversidad es una de las razones vertebrales por la cual el homoodio, transodio, biodio y lesboodio todavía se hacen presentes de forma cotidiana en nuestra sociedad. Por eso es que para el colectivo LGBTIQ+ la visibilización es esencial, no sólo para contrarrestar el odio y la intolerancia hacia las formas de ser y amar de las maneras que se elijan; sino también para reivindicar aquellos derechos humanos básicos sobre los cuales -supuestamente- estábamos de acuerdo. Derechos humanos incuestionables como: el acceso a la salud, a la educación, al trabajo; a una vida libre de violencias, discriminaciones -y azotes con cadenas-.

Estamos siempre atravesando procesos de conquista de derechos y esto nunca es pacífico ni silencioso, al contrario, implica el enfrentamiento ruidoso entre aquellos sectores de la sociedad favorecidos por la ampliación de derechos y aquellos interesados en mantener el status quo.  Por consecuencia, el ruido y violencia que se genera del enfrentamiento entre posturas opuestas, desvían la atención de cuáles son los derechos que están en juego y cuál es la postura negadora de los mismos. 

Si tuviésemos una perspectiva histórica sería más sencillo identificar cuáles son las injusticias que deben dejar de ocurrir. Es decir, cuando no contamos con el beneficio de la lejanía temporal, la inmersión de lleno en la disputa, abruma y provoca que mucha gente se desligue del conflicto. Aparece una masa que adopta una postura pasiva y que no se manifiesta ni en defensa, ni oposición a los derechos en disputa.

Esta masa suele representar a un gran porcentaje de la población, y es precisamente por eso que tiene la potencialidad de acelerar y destrabar procesos de conquista de derechos. Pero aún así y pudiendo inclinar la balanza para un lado o el otro, no lo hacen. Muchas personas que se identifican como “apolíticas”, “objetivas” y “no fanáticas”, se consideran también como “neutrales” cuando en realidad no lo son. Durante un proceso de conquista y ampliación de derechos, una “neutralidad” que se materializa en una actitud pasiva, es lo mismo que permitir que las cosas se mantengan como están, aunque eso implique prolongar la reproducción de violencias e injusticias y que ocurran episodios como el atrincheramiento en el mástil del Parque Sarmiento.

Ante esto, nos preguntamos lo siguiente: ¿Por qué es común escuchar  que hay que esperar y darle tiempo a los cambios, que llegan de a poco, que no se puede hacer nada con las generaciones conservadoras y que hay que amoldarse a esa mentalidad? ¿Qué rol juegan estas posturas pasivas en los procesos de ampliación de derechos? La razón por la cual realizamos estas preguntas disparadoras y sacamos a relucir dichos comentarios es porque estos suelen aflorar después de todo acto etiquetado como discriminatorio y violento hacia el colectivo y, porque consideramos que estos comentarios, están lejos de ser inofensivos. 

Por un lado, y como desarrollamos anteriormente, este tipo de posturas y discursos opacan la capacidad transformadora de la ciudadanía. A su vez, desplazan tanto la responsabilidad de generar acciones concretas que resuelvan las injusticias reclamadas, como las fuentes que la generan; exteriorizando y reduciendo a unos pocos quienes violentan, discriminan y odian, cuando en realidad es un problema social. Por último, pero no menos importante, al relegar la solución al paso del tiempo, estos discursos minimizan el problema y desacreditan su condición de urgencia, negando la realidad inmediata e histórica de quienes conforman el colectivo LGBTIQ+.

Queda claro entonces, que los cambios no llegan solos ni dependen exclusivamente de una ley o del gobierno de turno. Si nos frenamos unos minutos a pensar, nos surgen varias acciones posibles que generan impacto concreto; desde contratar a personas trans, ayudar a frenar la difusión de información discriminatoria, denunciar y reportar publicaciones de odio, demandar la implementación de Educación Sexual Integral en los colegios y  fomentar  el respeto.

Quisiéramos que en el siglo XXI abrazar la diversidad y defenderla frente al odio y la intolerancia, fuese la norma y hasta una obviedad. Pero acontecimientos como los ocurridos el pasado 27 y 28 de Junio nos recuerdan que la realidad es otra y que es necesario desactivar el silencio y la pasividad. Quisiéramos prender fuego la tibieza, para lograr una sociedad más cálida que posibilite el encuentro con el otre; y que así, lo que se apague sea -de una vez por todas- la indiferencia.

Sofía Armando y Eliana Placci Arditi

PD: contraten personas trans.

Retruco a la neutralidad

Mientras nos indignábamos y hacíamos esta nota, se nos ocurrían estas contrapreguntas que creemos que sirven para retrucar los discursos “neutrales” y “objetivos”.

¡Deslizá y descubrilas! Si se te ocurren otras, ¡dejanos un comentario!

[vc_accordion][vc_accordion_tab title=»“A los cambios hay que darles tiempo”»]

¿Cuándo van a llegar? ¿Quién los va a traer?¿Qué pasa con quienes están esperando? ¿No han esperado suficiente ya?

[/vc_accordion_tab][vc_accordion_tab title=»“Son pocos los violentos de verdad”»]

¿Golpear e insultar es la única violencia?¿Qué pasa con las otras violencias?¿Dejar a alguien esperando para que tenga acceso a sus derechos, no es también violento?. Si son unos pocos,¿por qué hablan -les dejan hablar- en nombre de toda la patria, la familia y la argentina? ¿Son realmente tan pocos?

[/vc_accordion_tab][vc_accordion_tab title=»“Pero antes era peor”»]

¿Y eso quita que ahora también esté mal?¿Las violencias actuales no son suficientes para hacer que las cosas cambien?¿Si siempre están mal, entonces qué tiene que ocurrir para que las cosas cambien?¿Por qué  dejamos pasar tanto tiempo entonces?

[/vc_accordion_tab][/vc_accordion][vc_separator sep_color=»accent» type=»dashed» el_width=»100%»]

EXTRAS:

Si te interesó este tema, te recomendamos ver los siguientes links:


Para tener un resumen sobre lo que pasó el el 27/28 de junio con la bandera en el Parque Sarmiento, podés ver este video en instagram hecho por Notify: 

 

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