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Poner el cuerpo en la lactancia es un proceso clave y movilizante para la vida de cualquier persona gestante. Se necesita deseo, autoconfianza, respeto, empatía, entrega, apoyo, tribu y Estado presente con políticas públicas que no obstaculicen, nos acompañen y garanticen nuestros derechos y los de nuestres hijes. Para muchas personas encarnar este proceso es natural -e instintivo para les bebés-, aunque para otras también puede tener sus dificultades.

Se trata de una estrategia biológica de supervivencia de la humanidad, que proporciona el mejor alimento que la persona recién nacida necesita. La calidad de la leche humana se adapta a las necesidades del lactante. No hay manifestación más perfecta para la soberanía alimentaria que la leche humana. 

A la vez, es un proceso muy complejo que cada madre transita de distinta forma. Para algunes no surge de manera tan sencilla ni natural. Aun con deseo puede no fluir, no siempre es espontáneo, no siempre sucede como lo imaginamos. Históricamente hubo quienes no querían o no podían amamantar, y buscaban, entonces, otra teta que diera alimento de calidad a su cría: las famosas nodrizas, las madres que amamantan los bebés de otras mujeres. Con la irrupción del VIH esta práctica se volvió menos habitual. La aparición de la leche de fórmula, en el siglo XIX, implicó un golpe a la cultura del amamantamiento. La ausencia de una mirada de la lactancia como un proceso social y colectivo y la falta de entramado social, sin distribución justa de las cargas de cuidado que recaían (y siguen recayendo) sólo sobre la mujer, generaron la tendencia a inclinarse por las fórmulas.

Las mujeres necesitaban incorporarse a los trabajos remunerados y dejar a sus bebés al cuidado de otras personas. Estos determinantes sociales se sumaron a la publicidad, y la comunidad médica sin evidencia científica, absolutamente afectada por el conflicto de interés, comenzó a recomendar a las personas que reemplazaran la lactancia humana por leche artificial. Afirmando que contenía los nutrientes necesarios para el crecimiento óptimo de la persona recién nacida. Ese proceso fue socavando un derecho humano fundamental, el de la alimentación adecuada para les recién nacides; conjuntamente con la posibilidad de decidir si queremos o no amamantar, una decisión que nos pertenece como soberanas de nuestros cuerpos.

Amamantar es un derecho, tanto de quien da de amamantar como de su hije, que debe ser apoyado por todos los sectores de la sociedad. En nuestro país, la Ley 25.929 de “Derechos de los padres y de la persona recién nacida”, establece que la persona recién nacida tiene derecho a que se facilite la lactancia excepto que, padezca una condición que la vuelva contraindicada.

Otra ley, la 26.873, tiene como objetivo la promoción y la concientización pública de la importancia de la lactancia y las prácticas óptimas de nutrición segura para lactantes y niñes de hasta dos años. Incluso la Organización Mundial de la Salud la recomienda “hasta los dos años o más”, lo que deja abierta el momento del destete. La lactancia humana no tiene un corte específico: la díada decide cuándo se termina.

La leche humana brinda para la persona recién nacida numerosos beneficios nutricionales: hidratación, proteínas, energía, micronutrientes y anticuerpos que ayudan a prevenir enfermedades. Con el amamantamiento estas propiedades pueden ser aprovechadas, digeridas, asimiladas y absorbidas de manera eficaz. Seis millones de niñes mueren cada año por causas prevenibles. De todas las intervenciones posibles a realizar, la lactancia humana por sí sola, evita la muerte de más de un millón de niñes; es la estrategia de salud pública que logra salvar más vidas. A su vez, tiene cero impacto ambiental: no contamina, no genera desechos, es accesible y está en sintonía con nuestra naturaleza. No es una mercancía ni una cuestión de privilegio. Nadie se enriquece con la lactancia. Promueve la igualdad. 

Si existe la voluntad de amamantar, se recomienda que les recién nacides reciban la leche humana en la primera hora de vida. El contacto piel con piel con la madre es clave. Para eso el proceso de intervención durante el parto y posterior debe ser reducido a lo estrictamente necesario.  

Repasar las circunstancias históricas en el contexto actual nos permite repensar la lactancia desde una mirada social, una responsabilidad compartida y en términos de diversidad. Desde este lugar podemos afirmar que la lactancia no es solo materna: se trata de un desafío para las políticas públicas, el sistema de salud y todos los actores de la comunidad para garantizar que efectivamente la lactancia deseada suceda. Es nuestra responsabilidad no juzgar el deseo de las personas a la hora de la elección de la forma de cómo alimentar a su cría.

Sobre la autora

Soy Erica Bianquet, mamá de León hace 11 años, hubiese querido tener más hijes.

Creo en las distintas conformaciones familiares, hoy en casa somos familia interespecie.

Trabajo en la Cámara de Diputados de la Nación. Mi título de la UBA dice que soy licenciada en Nutrición con la matrícula nacional 2373. Pero también soy una huertera imperfecta, venero la Pachamama y soy amante de gatitos más que de los perros. 

Me gusta la nutrición comunitaria, las ollas populares y creo en la agroecología como política pública y en la nutrición libre de paquetes. Mi lactancia, aunque muy deseada, no fue del todo “exitosa” según las expectativas o patrones sociales. Me faltó confianza para poder amamantar, la transité con algunas dificultades. Aun así la recuerdo como la situación más salvaje, intensa y bella que me tocó vivir, y eso me trae calma y me libera de culpa. Siempre es bueno saber que se hace lo mejor que puede. 

Ahora desde mi rol de trabajadora de la salud apoyo a otras madres en este proceso y fomento que todes seamos agentes de promoción de la lactancia desde una mirada comunitaria.

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Fuentes

  • Organización Panamericana de la Salud
  • GARETH JONES, RICHARD W. STEKETEE, ROBERT E. DE ESTUDIO BELLAGIO EN SUPERVIVENCIA INFANTIL BLACK, ZULFIQAR A. BHUTTA, SAUL S. MORRIS, Y EL GRUPO, (2003)
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Erica Bianquet

Soy Erica Bianquet, mamá de León hace 11 años, hubiese querido tener más hijes. Creo en las distintas conformaciones familiares, hoy en casa somos familia interespecie. Convivo con una discapacidad motriz desde los 9 años. En mi infancia los pasillos de los consultorios de traumatólogos, kinesiología y ortopedia eran como mi segundo hogar. Trabajo en la Cámara de Diputados de la Nación. Mi título de la UBA dice que soy licenciada en Nutrición con la matrícula nacional 2373 pero también soy una huertera imperfecta, venero la Pachamama y soy amante de gatitos más que de los perros. Me gusta la nutrición comunitaria, las ollas populares y creo en la agroecología como política pública y en la nutrición libre de paquetes. Mi lactancia, aunque muy deseada, no fue del todo exitosa. Me faltó confianza para poder amamantar, la transité con algunas dificultades. Aun así la recuerdo como la situación más salvaje, intensa y bella que me tocó vivir y eso me trae calma y me libera de culpa. Siempre es bueno saber que uno hace lo mejor que puede. Ahora desde mi rol de trabajadora de la salud apoyo a otras madres en este proceso y fomento que todes seamos promotores de la lactancia desde una mirada comunitaria.

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